Rosaura resucitada

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«…Quien me iba a decir que pasado el tiempo comprobaría cómo la muñeca ‘Rosaura’, que a saber en qué altillos andará por estas fechas, reaparecería otra vez en enero pero en esta ocasión en forma de combinaciones de carteles de toros. Y que la cara de la hermana de mi amigo sería la de todos aquellos que expectantes se asombran de la gran sorpresa que les supone saber que Zalduendo volverá a Olivenza en marzo…»

Antonio Girol.-

La hermana de mi amigo Jose tenía una muñeca preciosa. Era, que diría un cursi relamido, rubia como el trigo en verano. Caminaba si le apretabas la manita gracias a la energía que le aportaban dos pilas de aquellas gordas (ahora con las baterías de litio y todo estos adelantos desconozco si continúan fabricándose aquellas pilas enormes como bobinas o si los más jóvenes sabrán a qué me refiero) La muñeca, vestidita con un trajecito a juego y calzada con zapatitos de charol era la delicia de la niña que, con ojos de expectación, la sacaba cada seis de enero de la cajita de tapa con ventana como si fuese la primera vez que la viese en su vida. Y lo curioso es que no recordaba, bendita ingenuidad, que justo un año antes había puesto la misma expresión de asombro cuando con sus tiernos deditos había rasgado el papel brillante que envolvía a su juguete más preciado y la había visto allí tan mona, tan rubia, tan risueña…

Cada año, pasados un par de días, coincidiendo oportunamente con la vuelta al colegio, la mamá de mi amigo Jose colocaba con mimo a ‘Rosaura’, que así se llamaba la muñeca, en su cajita de tapa con ventana habiendo previamente retirado las pilas para que no oxidasen el mecanismo. Acto seguido se subía a una silla y la guardaba en el altillo del ropero. A la hermana de mi colega, ensimismada con los otros juguetes, el ajetreo de los deberes unido al de la  matanza (de cochinos, todo sea dicho) que solían celebrar por esas fechas, se le olvidaba que ‘Rosaura’ había llegado a su vida. Y así un seis de enero más, su madre tenía un juguete menos que comprar para que Sus Majestades  de Oriente dejasen junto a la chimenea.

A mí, que ya era perro viejo y sabía que los reyes no viajaban en camellos, aquel tejemaneje me hacía especial gracia y a la vez me advertía de que la vida, por desgracia, tenía mucho más de altillo de ropero que de magia real.

Mira por donde quien me iba a decir que pasado el tiempo comprobaría cómo la muñeca ‘Rosaura’, que a saber en qué altillos andará por estas fechas, reaparecería otra vez en enero pero en esta ocasión en forma de combinaciones de carteles de toros. Y que la cara de la hermana de mi amigo sería la de todos aquellos que expectantes se asombran de la gran sorpresa que les supone saber que Zalduendo volverá a Olivenza en marzo (hecho que viene ocurriendo ininterrumpidamente desde 2005, por cierto)

No les negaré que me llama poderosamente la atención cómo anualmente se suscitan las mismas conversaciones, antaño de barras de bar hoy de redes sociales que no dejan de ser como aquéllas pero sin el encanto de la foto de Belmonte coleando un toro en Sevilla, el platillo con la tapa de queso y la caña de cerveza con su penacho de espuma, en las que los aficionados hacen cábalas en torno a quién o quiénes harán el paseíllo el primer fin de semana de marzo en el coso oliventino. Difícil rompecabezas…

Y me llama la atención principalmente porque algunos parece que estuviesen descubriendo la pólvora cuando no hay que ser precisamente un lince, ni tan siquiera un aguililla, para saber qué toreros contratará la empresa para una feria que se encaja en un único fin de semana. De ahí que no puede deparar más sorpresa que alguna reaparición destacada cada cierto tiempo. Como ha acontecido sin ir más lejos el curso pasado con sumo acierto. El resto, y tal como está el cotarro en esta fiesta, tiene que ser indefectiblemente la suma de A+B. No queda otra.

«…no hay que ser precisamente un lince, ni tan siquiera un aguililla, para saber qué toreros contratará la empresa para una feria que se encaja en un único fin de semana…»


O lo que es lo mismo: El Juli, Manzanares y Morante, aliñados con los nuestros, o sea, Perera, Talavante, y si el aire no sopla muy fuerte a lo mejor Ferrera, y si no Ponce en agradecimiento a servicios prestados o Padilla en esta nueva vida que Dios le ha permitido experimentar. Hasta el año pasado cabía también incluir a Cayetano que vestía – por aquello de Armani –  mucho en los carteles.

No puede ser de otra manera sobre todo si tenemos en cuenta que Olivenza es una feria consolidada a base de apostar fuerte por las figuras del momento (y gusten más o gusten menos las figuras de este momento son las reseñadas más arriba),  con el esfuerzo que eso supuso y continúa suponiendo para la empresa, la propiedad y el ayuntamiento.

De ahí mi extrañeza ante las muchas cábalas que se suscitan y la necesidad que tienen algunos por saber los ajustes que calendario en mano la empresa suele anticipar casi siempre un mes antes de que se haga el primer paseíllo.

Entiendo que el invierno es duro y sobre todo largo. Y que esta fiesta es por completo de temporada y que a falta de grandes fichajes como ocurre en el verano futbolero aquí hay que volver una y mil veces sobre el recurrente tema de José Tomás, aunque de sobra se sepa que no tiene intención de despertar tan temprano de su letargo.

Pero claro, ¿con qué rellenamos papel impreso y horas de radio si un invierno más las patas que sostienen este tinglado han seguido a lo suyo? Es decir, unos yendo y viniendo de América, otros mirando las formas que tienen las nubes en el cielo o recontando lo que les ha quedado en el cajón sin pararse a sentar unas bases fuertes sobre las que construir un nuevo andamiaje para un sector cada vez más apolillado y que no termina de verle las orejas al lobo…A la fuerza toca volver una y otra vez a pasmarse ante la imagen del juguete ‘nuevo’ aunque sea el mismo de siempre pero con distinto envoltorio.