La feria se cierra con el triunfo de José Garrido que tuvo que cambiar la puerta grande por la enfermería al ser feamente volteado en el cuarto. La espada impidió que Ginés Marín y Fernando Flores pudiesen salir en hombros.
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Antonio Girol.-
Esta tarde un conspicuo taurino, al que por cierto ha venido Dios a ver, me ha dicho que soy muy negativo. Al parecer no le estaba gustando que yo estuviese diciendo que la novillada, hasta ese momento, estaba saliendo muy flojita de fuerzas y que los novilleros estaban haciendo unas faenas en las que, a falta de otra cosa que ofrecer, solo podían poner disposición, ganas y estar muy voluntariosos. Ah, y que el ambiente estaba frío y había poca gente. Todo eso le pareció de mucha negatividad. Abono para que los antitaurinos, según sus palabras. Bien que lo siento, pero era la verdad hasta ese momento. Que por cierto casi siempre duele al decirla. Pero que hay que contar tal como es, o sea desprovista de fuegos de artificio.
Entre otros motivos porque hay una realidad impepinable, que no es otra que a día de hoy, más que nunca, a la gente le cuesta ir a los toros. Sí, y le cuesta, en primer lugar, porque las economías no están para esos fuegos a los que me refería más arriba. Pero también porque están cansadas de comprobar cómo les envuelven en celofán todo lo que ocurre en torno a esta fiesta, para que de ese modo quede todo más adornado. Y como yo, a Dios gracias, me debo solo a mis lectores, les seguiré contando lo que ven mis ojos. Aunque de cuando en cuando, por ser honestos con ellos, pero sobre todo por honradez conmigo mismo, me tenga que llevar algún arreón. Como se suele decir, en mi pecado llevo la penitencia.
Hecho este apunte, y a sabiendas de que habrá quien piense lo contrario, les diré que a mi la novillada, en lo que se refiere al ganado, no me ha gustado. A excepción del tercero. Desiguales de presentación como de juego. Ha sido un encierro que ha tenido dos partes diferenciadas. La primera con novillos más nobles pero también más flojos, y la segunda con animales con muchas teclas que tocar y que han salvado los tres novilleros gracias a la gran técnica que poseen.
Garrido no deja a nadie indiferente. Eso es algo tan real como todo lo que les contaba al comienzo de estas letras. A día de hoy es el reclamo de cualquier cartel que se precie. Pero esta tarde además ha metido los corazones de los aficionados en un puño. En el inicio de faena al cuarto se fue a los medios y sin mover un solo músculo citó al utrero para aguantar hasta el último segundo sin darle salida con la muleta. Tanto tensó la cuerda que el animal no obedeció y se lo llevó por delante propinándole una voltereta de espanto.
De esa manera, pero sobre todo por cómo luego entendió a su oponente que en cuanto se sentía podido se revolvía buscando al torero, prendió la mecha a una tarde en la que había imperado el frío. Tanto climático como de público. Sensacional en los pasajes con la mano izquierda. Por el derecho el novillo ‘picaba’ más y el joven novillero le supo aguantar hasta imponerse.
Tras unos ayudados por alto muy toreros que remató con garbo por bajo, se fue tras la espada y la dejó en mal sitio. Apretó hacia dentro el de Algarra y al ir José María Amores a cortar al novillo, fue volteado y cogido con saña.
Al primero, que tenía muy poquita fuerza y era soso además de molesto en la embestida, le fue ahormando poco a poco hasta meterse al final de faena en los terrenos de su antagonista y terminar como dicen en la jerga torera: ‘montándose en lo alto’. Le recetó una buena estocada en la suerte de recibir y paseó una oreja. Junto con la del cuarto le hubiesen abierto la puerta grande de no haber tenido que marcharse a la enfermería y de allí al hospital para estudio radiológico de su rodilla izquierda.
La mala suerte se ha cebado esta tarde con Ginés Marín. De ahí que el joven natural de Villanueva del Fresno acabase abatido tras despachar a sus dos oponentes.
El segundo fue el más flojo de todo el encierro. Novillo al que había que mimar en exceso para que no perdiese las manos y que fue protestado por el público, precisamente por esa escasez de fuerzas. Ginés lo había recibido yéndose a portagayola. Galleando por chicuelinas le había llevado al caballo y del equino lo quitó por gaoneras. Después de todo esto lo brindó a su padre, el picador Guillermo Marín y se dispuso a dar comienzo al último tercio. Inteligentemente dio distancias al burel, para que con la inercia de la embestida se desplazase sin caerse. Y así le fue enjaretando los derechazos en línea recta, componiendo muy bien la figura y dando siempre el pecho. De esta guisa fue hilvanando una faena que no pudo rubricar con el estoque, al dejar solo medio acero en el rincón. El utrero fue pitado al arrastre y el toreo paseó por el anillo cariacontecido. |
«…a Dios gracias, me debo solo a mis lectores, les seguiré contando lo que ven mis ojos. Aunque de cuando en cuando, por ser honestos con ellos, pero sobre todo por honradez conmigo mismo, me tenga que llevar algún arreón.» |
Pero aún más triste se quedaría tras malograr con la espada una gran faena al quinto. A diferencia de su hermano, éste sí fue un novillo exigente al igual que lo fueron cuarto y sexto. Tres astados con muchas teclas como ya ha quedado dicho. Se dobló perfectamente con él de inicio, para que fuese sabiendo quién mandaba. Ni por esas consiguió que el de Algarra se terminase de entregar. De tal modo que durante toda la faena tuvo que plantarle cara hasta acabar imponiéndose, con lo que el utrero optó por irse a tablas. Allí, en el tercio, le enjaretaría Ginés la mejor serie por el derecho, en la que ligó una tanda de derechazos que llegaron mucho a los tendidos. Una pena que luego se atascase con la espada y perdiese los trofeos.
El último producto de la inagotable cantera de la Escuela Taurina de Badajoz se llama Fernando Flores y es de Salvatierra de los Barros. Por esos hados del destino quiso la diosa Fortuna que el novillo de su debut fuese el mejor de toda la tarde. Y Flores no lo desaprovechó. Sobre todo por el pitón derecho en unas series ligadas en las que siempre ofreció la franela por debajo de la pala del pitón. Ante novillo tan bravo y con tanto celo optó por poner el epílogo a su faena con una serie de ayudados por bajo, flexionando la rodilla, que tuvieron muchísimo empaque. Antes de dejar la espada enterrada algo delantera había pinchado por lo que el premio quedó en un solo apéndice. Al de Algarra se le despidió con palmas.
El último era un toro por hechuras y peso. Un animal cuajado que brindó a los profesores que hoy dejaba al graduarse con caballos. Le planteó faena tirando siempre de la res en línea recta para ir tragándole a base de valor seco y raza. Cuando vio que ya no había más posibilidad de lucimiento en el toreo fundamental terminó por meterse entre los pitones, buscando la efectividad de una ‘luquecinas’ que interpretó con gran acierto. También estuvo desafortunado con la espada y solo pudo saludar una ovación al despedirse de un público que aterido se retiraba a sus hogares con la sensación de haber vivido la feria más rara de sus vidas. Una feria que solo quedará para la historia por el tremendo aguacero que ayer impidió hacer el paseíllo a la terna que estaba anunciada. Una feria fría y siento que haya a quien le moleste esta palabra, pero así es la realidad y así hay que contarla.
Posdata.- Para aquellos que se formulen preguntas solo decir que el protagonista del inicio de estas letras es taurino pero no empresario. Ahí queda dicho para evitar malentendidos.
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