Declaraciones de Perera en Roquetas

¿De veras sobra el purista?

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La espada fue la cruz para Perera en su actuación en la México
La espada fue la cruz para Perera en su actuación en la México

«Si hay algo que por desgracia se echa de menos cada día más en esta fiesta es la ausencia de pureza en todos los sentidos. Esa falta de puristas, que según Perera sobran, es la que ha abocado, o está abocando, a que los toros (en el sentido amplio del término) estén yendo completamente a la deriva…»

Antonio Girol.-

“Aquí hace falta triunfalismo y sobra el purista…” La frase entrecomillada con la que comienzo estas letras ha sido pronunciada hace unas horas por Miguel Ángel Perera en Roquetas de Mar.  Justo al atronar al segundo de su lote, quinto de lidia ordinaria, y ver cómo el palco le negaba el rabo que pedía el público.

Al no estar presente en la plaza y no ser testigo directo de la faena no puedo entrar a valorar si el presidente actuó con criterio o en cambio fue arbitrario a la hora de no conceder el máximo galardón. Pero sí que quiero analizar la frase en cuestión. Por cierto bastante desafortunada. Entiendo que pronunciada en un momento de calentón en el que el corazón aún está a tope de revoluciones. Por lo que, en ese caso, puedo encontrarle justificación. De lo contrario, no me parecería ya desafortunada sino grave.

Principalmente porque si hay algo que por desgracia se echa de menos cada día más en esta fiesta es la ausencia de pureza en todos los sentidos. Esa falta de puristas, que según Perera sobran, es la que ha abocado, o está abocando, a que los toros (en el sentido amplio del término) estén yendo completamente a la deriva.

Añadía a su vez el diestro de Puebla del Prior en sus declaraciones que: «La gente quiere divertirse y qué mejor imagen que los toreros en hombros» Convertir algo tan serio como es el toreo en un espectáculo únicamente triunfalista que imperiosamente debe acabar en puerta grande, por mayor o menor que sea el triunfo, es la forma más abyecta de desvirtuar la esencia de lo que es un festejo taurino.

El que quiera divertirse que busque otro tipo de espectáculo en el que no impera la seriedad que otorga la muerte como guión. A los toros hay que ir a emocionarse. A sentir que lo que ocurre en el ruedo es algo tan mágico y difícil que solo unos pocos elegidos lo pueden interpretar. Y eso se consigue desde el purismo del toro serio y bien presentado. Ante el que el torero se impone gracias a sus dotes de inteligencia aderezadas por el arte.

Esa falta de puristas, por ejemplo, fue la que mató a Barcelona y no la política. El día que Balañá decidió que aquellos aficionados cabales había que sustituirlos por guiris llegados al puerto de Barcelona comenzó a cavar la tumba de La Monumental.  Sí, aquellos extranjeros que se divertían sin importarles los más mínimo qué salía por chiqueros o qué se hacía en el ruedo pero que en cambio pedían orejas y rabos a manojos, a la vez que daban colorido a los tendidos con sus ropas modernas en contraposición a la boina de los charnegos o los sombreros flexibles de la burguesía textil catalana. Pero aquel oropel duró lo que duran todas las cosas que carecen de verdadero valor.  Luego vino la nada y con ella llegó de la mano el apartheid…Lo siguiente no es necesario comentarlo porque de sobra es conocido por todos.

Un ejemplo de cuanto digo lo vivimos recientemente en Badajoz el día de San Juan. En un cartel en el que se anunciaba precisamente a Perera. Esa tarde hubo bastantes de esos que sobran que hastiados se marcharon de la plaza antes de ver la salida triunfalista de los toreros en hombros. Yo los vi irse por las bocanas con sus almohadillas en la mano y la cabeza gacha tras la salida al ruedo de un sobrero impresentable de Daniel Ruiz.

Se refería también el torero pacense en sus declaraciones a Podemos, comparando al partido morado con los que recortan trofeos. Al ritmo que va la fiesta no va a ser ni necesario que vengan los podemitas a darle puntilla. Solita se va a morir como en la escena final de La Vaquilla, el genial film de García Berlanga, en el que la pobre vaca, cansada y aburrida de pleitos de uno y otro bando, se echaba en terreno de nadie para estirar la pata y que se la comiese la carroña. Viendo el actual panorama en el que según parece solo interesa el populismo de las puertas grandes y sobran los aficionados exigentes cada día estoy más convencido que inexorablemente vamos a ese destino. Qué pena.