XXX Semana Taurina Pacense

Diego Gª de la Peña sienta cátedra en el Club Taurino

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2005
Diego García de la Peña escoltado por Juan Morales (presentador) y Mateo Giralt (presidente)
Diego García de la Peña escoltado por Juan Morales (presentador) y Mateo Giralt (presidente)

El rejoneador y ganadero sintetiza con rigurosidad histórica y amenidad a partes iguales la historia del toreo en una charla coloquio en la que los asistentes quedaron maravillados con su capacidad expositiva.

Antonio Girol.-

El Club Taurino Extremeño de Badajoz celebró la tercera de sus jornadas culturales. Para la ocasión había sido invitado Diego García de la Peña. El otrora rejoneador y actualmente ganadero de bravo había bautizado su ponencia con el título de ‘Síntesis de la evolución del toro y la Tauromaquia’. Tras finalizar su exposición se puede decir que más que una síntesis lo que hizo fue impartir una cátedra.

Sin necesidad de papel alguno que le sirviese de muleta repasó las, que catalogó como, distinta épocas de la Tauromaquia partiendo desde la Edad Media a la actualidad. Con un verbo fácil y florido narró cómo los inicios, de lo que hoy es conocido como Tauromaquia, nacen en el Medievo. Una época en la que dijo que los nobles comienzan una actividad cinegética consistente en alancear toros con un doble objetivo. Por un lado, cobrar una importante pieza. Y a su vez, la dificultad que entraña el cazarla por el carácter bravío de la res.

Esta actividad al aire libre terminaría siendo tan importante que la propia nobleza la exporta a sus fortalezas. De ahí que empezase a practicarse en palenques. Lo que sería el embrión de lo que más tarde se convertiría en las actuales plazas de toros pasando primeramente por las plazas públicas acotadas para el espectáculo.

García de la Peña, narró el curioso hecho de que en Madrigal de las Altas Torres, de donde era natural Isabel de Castilla, se corrieron toros cuando se celebró la boda de la princesa con Fernando de Aragón, con tan mala fortuna que uno de los alanceadores resultó gravemente corneado. Hecho que supuso que la futura reina católica dictase una orden por la que el resto de festejos con toros anunciados para los días siguientes, a éstos se les despuntasen las actas. A lo que añadió el rejoneador cacereño que posiblemente fue el primer afeitado de la historia. Sí, al menos el primero en ser datada. Causando las risas de los oyentes.

Continuó su exposición narrando que la siguiente etapa se fraguaría en el comienzo del siglo XVIII, con la llegada a la corte de España de Felipe de Anjou, que pasaría a reinar con el nombre de Felipe V. El rey francés, criado en una corte tan refinada como la Versallesca, prohibió la fiesta con toros. Hecho que motivó que los nobles solo pudiesen ejercerla en las cinco plazas maestrantes como ejercicio de entrenamiento de guerra.

Según García de la Peña, esta prohibición no hizo más que provocar el efecto contrario. Ya que el pueblo quería seguir divirtiéndose viendo festejos con toros. Es ahí cuando a mediados de siglo nace la figura de los picadores, que de este modo sustituyen a los nobles que alanceaban en épocas anteriores. Comentó asimismo que este cambio de rol comportó también una novedad a la hora de escoger a los toros que debían ser lidiados. Ya que lo que hasta entonces era una fiesta eminentemente caballeresca pasó a ser de a pie. Lo que motivó que se empezase a seleccionar el toro e hiciese que nacieran las castas fundacionales. Al llegar a este punto, hizo hincapié en la importancia de la tienta, como vehículo con el que llegar a esa selección.

La siguiente estación de su disertación tuvo parada en el siglo XIX. Siglo convulso que provocó también una convulsión en los cimientos de la Tauromaquia, como explicó García de la Peña, al referirse a este época como una de las más rompedoras al lograr que la popularidad recayese en los toreros de a pie, caso de los Machaquito, Frascuelo, Lagartijo o Guerrita. Todos ellos antecesores del que, para el rejoneador cacereño, resultó el mayor revolucionario de la historia: Gallito. El torero, que según dijo, aunaba el toreo antiguo con las nuevas formas en una misma persona. Así, se refirió a Joselito como el hombre que consigue que los ganaderos tengan que tentar de una forma diferente a como la habían hecho hasta entonces.

La segunda revolución del siglo XX la cifró en Belmonte. Un diestro que para De la Peña provocó una tremenda innovación rompedora de los cánones establecidos al ser el torero en este caso quien ataque al toro y no al contrario. Dijo, que esta novedad provenía principalmente de la merma de facultades físicas del trianero, que le llevó a tener que invadir unos terrenos hasta entonces no explorados. Además, a decir del rejoneador y ganadero, Belmonte a su vez rompió con la figura apolínea arquetípica del torero que con su llegada se desdibujó en curvas.

La tercera revolución del siglo pasado la enmarcó en los años cuarenta coincidiendo con el advenimiento de Manolete y su tauromaquia que aúnaba la majestuosidad de Gallito con el toreo en redondo de Belmonte en las elipses que aporta el de Córdoba a una nueva concepción del arte de torear.

De Manolete a la actualidad nombró dos nuevas revoluciones. La primera, la creada por toreros del corte de Mondeño, El Cordobés, Benjumea o Galán, que comenzaron a torear en unos terrenos que provocaban miedo en los tendidos. Diestros a los que mejoraron figuras como Ojeda o José Tomás, por su concepción de los terrenos, hasta llegar a los Juli, Perera, Castella y tantos otros que hoy día ya no provocan ese pánico porque, según comentó, han hecho que con su técnica de toques parezca fácil aquello que es antes se veía tan difícil. Lo que supone toda una evolución de la Tauromaquia acorde a las distintas etapas y exigencias de los públicos.

Finalizada su exposición, recogió el caluroso aplauso del público y respondió a cuantas preguntas le fueron formuladas por los presentes.