CABEZA LA VACA - Festival Taurino con picadores

Para la historia

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Minuto de silencio
Minuto de silencio

Con lleno de ‘no hay billetes’ se celebró el festival taurino en honor de San Benito Abad organizado por Taurina de Buendía en Cabeza la Vaca en el que Manuel Díaz ‘El Cordobés’, Manuel Jesús ‘El Cid’ y el novillero José Antonio Monesterio se repartieron diez orejas y un rabo ante el clamor popular de un festejo que será recordado durante años.


CABEZA LA VACA – Festival taurino con picadores

NOVILLOS: Se han lidiado cuatro novillos-toros de Dolores Rufino y un eral del mismo hierro, desrazados en conjunto a excepción del eral que fue premiado con vuelta al ruedo.

ESPADAS:
Manuel Díaz El Cordobés, dos orejas y dos orejas
Manuel Jesús El Cid, dos orejas y dos orejas
José Antonio Monesterio (novillero), dos orejas y rabo.

INCIDENCIAS: Cartel de ‘no hay billetes’. Tarde de temperatura agradable. Se guardó un respetuoso minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño y Víctor Barrio.


Antonio Girol.-

     La felicidad es un estado que se contagia por la sonrisa. Esa misma que tuvieron dibujada en su rostro los aficionados que llenaron el centenario coso de Cabeza la Vaca hasta colgar el “no hay billetes” para ver a El Cordobés, El Cid y al novillero José Antonio Monesterio. Un cartel bien trenzado que suscitó el interés no solo de los aficionados locales sino de otros muchos venidos desde las poblaciones colindantes y que disfrutaron de la simpatía desbordante del torero de Arganda del Rey, de la maestría del diestro de Salteras y de la innata personalidad de un chaval de Monesterio que mataba el segundo becerro de su vida taurina.

     Ninguno de los cuatro utreros de Dolores Rufino se prestó para el lucimiento de sus lidiadores. Sin embargo, la profesionalidad y las enormes ganas de El Cordobés y El Cid hicieron que el festival resultase un éxito artístico. Cada uno en su registro, ambos diestros dieron lo mejor de sus tauromaquias para regocijo y gozo de un público que se volcó con los espadas.

     A El Cordobés le correspondió un lote que tuvo el denominador común de la falta de raza. Anduvo listo el de Arganda con su primero viendo el poco juego que le iba dar. De ahí que se fuese al abarrotado tendido de sol para ir sacando muletazos de uno en uno con la complicidad de la grada. Tiró Manuel de todo su repertorio, incluido el salto de la rana con el consiguiente regocijo del público.

     Tuvo el diestro madrileño el detalle de brindar su segundo novillo a José Antonio Monesterio y muchos aficionados evocaron el recuerdo de aquella tarde en que Paquirri le brindó a él siendo un becerrista. El de Dolores Rufino, como el resto de sus hermanos, resultó soso. Sin embargo, eso no resultó un hándicap para El Cordobés que, en los medios, tras pedirle al director de la banda que le tocase un pasodoble que fuese bonito, fue moldeando las embestidas en pases a media altura, siempre a favor del animal, sin apretarle hasta lograr de nuevo en cercanías la catarsis de los tendidos que disfrutaron con la simpatía y cercanía de un torero que maneja perfectamente la escena. Lo que le permite continuar manteniendo un enorme tiró popular.

     Si hay un torero por el que la afición cabezalavaqueña siente admiración y cariño ese es El Cid. No solo se lo ha demostrado esta tarde en el ruedo sino también cuando en invierno viene a estos pagos a dar pedales con sus compañeros ciclistas de ‘Los Ciclópatas’ de Salteras y luego almuerza en el pueblo. De ahí las ganas que tenían en Cabeza la Vaca de disfrutar de Manuel viéndole en su plaza. Y Manuel les ha correspondido con sendas faenas en las que ha estado inconmensurable. Su primero se frenaba en el capote. De ahí que nada más brindar al público se doblase con él para enseñarle a seguir el trazo de su muleta. Mano de santo. En la siguiente serie el de Dolores Rufino se desplazó en largo, lo que aprovechó el torero sevillano para enjaretarle una faena en la que destacaron los naturales al ralentí que provocaron los olés del respetable.

     El cuarto tenía más teclas que un piano de cola. El Cid se las tocó todas hasta conseguir no solo dar un recital, si no que encima tapó todos los defectos del novillo que apretaba una barbaridad por el pitón izquierdo. Sin embargo, por el derecho tenía la virtud de rebosarse y así lo aprovechó Manuel Jesús Cid que con la figura muy relajada le enjaretó series en redondos muy ligadas

     La guinda a tarde tan feliz la puso José Antonio Monesterio con un eral del mismo hierro. La de hoy era la segunda vez que se vestía de torero en público. O lo que es lo mismo el segundo novillo que mataba en su incipiente carrera. El de Monesterio, usa como nombre artístico el de su pueblo, demostró sus enormes ganas desde el saludo con una larga cambiada en el tercio. De mucha exposición resultaron las tafalleras que enjaretó en el quite. Pero lo mejor llegó con la muleta. Echó los vuelos al hocico del becerro y de esa guisa lo llevó siempre muy toreado, pulsando perfectamente las embestidas con una lentitud insólita para su corto bagaje. Toreo de calidad. Propio del que lleva la tauromaquia en la cabeza. Aún le queda un mundo, como por ejemplo medir los tiempos y los terrenos, pero lo mejor es que está en las mejores manos posibles para aprender y evolucionar como son las de los maestros Cartujano y Reina, que a buen seguro sabrán tallar un nuevo diamante para la Escuela de Badajoz. Felicidades.


GALERÍA GRÁFICA. FOTOS: GALLARDO
OTRAS IMÁGENES. FOTOS:GALLARDO