Manuel Mejías Luján

El primer Bienvenida

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Cuando se cumplen 168 años del nacimiento de Manuel Mejías Luján, el primero en llevar el nombre de Bienvenida por los ruedos del mundo, versamos su figura y su obra, nada menos que ser el embrió de la dinastía taurina por antonomasía.

Antonio Girol.-

Corría el año 44 del siglo XIX cuando en la localidad de Bienvenida un 23 de julio venía al mundo un niño que recibiría en la pila de bautismo el nombre de Manuel. Como tantos otros de los cerca de cinco mil habitantes que por entonces tenía la población pacense le esperaba el futuro de las mieses o la ganadería porcina o lanar que abundaban por la zona, sin embargo la Diosa quiso para él un oficio más romántico: el de torero. Así nacía, en el número 15 de la calle de El Cuerno (premonitoria coincidencia), el primero de una dinastía que llevaría el nombre de su pueblo por el mundo entero cosido a las astas de los toros. Esta es la historia de Manuel Mejías Luján, el primer Bienvenida.

Manuel Mejías Luján, el primer Bienvenida.

Ya desde pequeño alberga deseos toreros, es de suponer que en más de una ocasión diese lances con la ropa talar de su tío el cura, con quien ejercía de monaguillo en la ermita de la Virgen de los Milagros, a cuya advocación está dedicada, y cuya imagen siempre estuvo presente en la familia Mejías a lo largo de su vida.

A la temprana edad de 14 años empieza su romance con el toreo. Desoyendo los consejos paternos, que querían mejor porvenir para el mayor de sus pupilos, con 17 años hace su primera incursión taurómaca, al salir como sobresaliente en Sevilla, metrópoli taurina por antonomasia. Aquellas dos intervenciones con el capote son vistas con agrado por los presentes, lo cual significa a su vez que el veneno de la tauromaquia ya permanecerá por siempre en sus venas.

Y así fue. Aunque alberga la idea de ser primer espada, y en alguna que otra ocasión llegase a lucir el oro en el bordado de su chaquetilla y en plazas de solera como la de El Puerto de Santa María, su nombre estará siempre ligado a la valerosa plata de los subalternos, de cuya nómina fue de los mejores de su generación como lo atestigua el hecho de haber acompañado a los más grandes de su época.

Tras varios años de andar suelto será en 1867 cuando se coloque con un matador reputado, en este caso con José Machío, junto al que inaugurará la plaza de toros de Huelva un año más tarde. Curiosamente este hecho, el de inaugurar ruedos, será nota común en su currículum pues el de la carretera de Aragón de Madrid y el de Vista Alegre en Bilbao también serán estrenados con sus pisadas.

Manuel Fuentes ‘Bocanegra’, Salvador Sánchez ‘Frascuelo’,  José Lara ‘Chicorro I’, Rafael Guerra ‘Guerrita’, Manuel Hermosilla o Luis Mazzantini serán otros de los espadas con quienes trabaje.

El primero en todo.-

Entre las muchas anécdotas que jalonan su trayectoria en los ruedos una de las más señaladas es aquella en la que viendo próxima la puerta de cuadrillas de la plaza de la carretera de Aragón se lanza a la carrera, desde el coche que le transportaba, para ser el primer torero que ponga los pies en el coso madrileño, ocurría tal hecho la tarde del 4 de septiembre de 1874 e iba en la cuadrilla de Manuel Fuentes ‘Bocanegra’, espada que abría cartel y al que le tocó en suerte Toruno, berrendo en negro y botinero, cuentan las crónicas que bien armado, y que llevaba en el morrillo las cintas de la ganadería de Veragua. Y a este burel le pondría el primer par de banderillas, nuestro protagonista, junto con su compañero Mariano Antón.

Como quedó dicho también inaugurará la de Vista Alegre, en Bilbao, en esta ocasión en la fecha del 13 de agosto de 1882, acompañando nuevamente a ‘Bocanegra’, que aparece en el cartel junto a José Lara ‘Chicorro’ y Fernando Gómez ‘Gallito’ Y al igual que ocurriese en la Villa y Corte, también tiene el honor de ser el primero, en esta ocasión, en lancear de capote en aquel ruedo. En este caso para parar a Casaillo del hierro de Concha y Sierra.

Y entre inauguración e inauguración, entre festejo y festejo acompañando a la flor y nata del toreo de su época, idas y venidas hasta Bienvenida, la población de cuyo nombre toma el apodo y que expande por las plazas, contrae nupcias con Teresa Rapela Camacho, con la que tendrá cinco vástagos, entre ellos tres varones (uno de ellos muerto a la edad de dos años, al ser, curiosamente, embestido por una cabra a la que intentaba torear con un pañuelo)

Buscando un porvenir más allá de los ruedos, ya se sabe que la vida de un torero es corta y sin penicilina aún más, decide empaquetar los muebles del hogar de la calle de El Cuerno y marchar a la vecina Llerena, más grande y más próspera, y montar un negocio, en este caso una fonda. Sin embargo, el veneno taurino no deja de perseguirle contagiando a sus hijos Pepe y Manuel. Este último, su gran continuador, y padre de la gran dinastía torera, hará sus primeros pinitos en el ruedo llerenense a la edad de seis años.

El Papa Negro con 9 años en Las Azores seguido de su padre, el primer Bienvenida.

No prospera el negocio del hospedaje y la familia Mejías Rapela decide emprender un nuevo camino, ahora a Sevilla.  Normal si tenemos en cuenta que el padre no ceja en su empeño torero y allí es donde le surgen la mayoría de contratas. Se instalan en el barrio del Baratillo, como no podía ser de otro modo, concretamente en la calle de La Mar, junto a la Carretería. De ese hogar partirá para marchar a La Habana, Montevideo, México y otros puntos de la América Taurina junto a ‘Cuatrodedos’, a pesar de rondar la cincuentena de años cuando sube al vapor que le llevará más allá del Atlántico.

El advenimiento de la Dinastía.-

Entre tanto, en esos últimos años de su vida activa,  Manolito comienza a despuntar entre los niños que juegan al toro en su barrio. Es rubio y tiene los pies muy grandes, circunstancia que preocupa a su señor padre, y que ataja mojándole mucho el pelo para oscurecérselo y calzándole unos zapatos estrechos. Pero lo importante, lo verdaderamente importante es que tiene ángel en las muñecas, y comienza a dar sus primeros pasos en el mundillo enrolado en cuadrillas de niños toreros. En ocasiones hasta su padre le sirve de subalterno, como en Las Azores aquella tarde de 1894 que recoge la instantánea adjunta.

Pocos años más vivirá para sentir el orgullo de ser el padre del Papa Negro, pues en 1908, el 21 de marzo, fallece en su domicilio sevillano del número 40 de la calle Albareda.  Al día siguiente, el 22, toreará en la Plaza de Toros de Las Arenas de Barcelona su hijo Manuel en cuya cuadrilla figura su otro pupilo, Pepe, una de Campos Varela. Faltaban aún dos años para que Viajero, de Trespalacios, se cruzase fatalmente en el camino del menor de los dos hermanos poniendo freno a una carrera que llevaba visos de gloria.

Se marchaba así, sin llegar a ver triunfar a su sucesor, el primer Bienvenida, embrión del que naciese una de las dinastías más torera de la historia taurina, aquella que llevó por todo el mundo el nombre del pueblo que vio nacer a un torero, que a decir de los de su época, fue honrado a carta cabal, sencillo, muy completo, inteligente, valiente y elegante; de ahí que los matadores con los que actuó le tuviesen siempre una gran estima y respeto.