AL QUITE

Envidia de Salamanca

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FOTO: (https://aguacatemaduro.wordpress.com)
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«…seguimos sin rebasar ese cincuenta por cierto en el mejor de los casos, que la mayoría de las veces pasa totalmente desapercibido para un público que solo pone el grito en el cielo y se hace eco de la ausencia destacada de tal o cual torero. Sin reparar en que en una tierra tan rica en ganaderías de bravo no se apueste decididamente por la materia prima autóctona…»

Antonio Girol.-

El pasado septiembre estuve en Salamanca. Era su feria taurina y quise ir una tarde a ver un festejo a su coqueto coso de La Glorieta. Tras detenerme ante la estatua del recordado Julio Robles y orar por su memoria, encaminé mis pasos a las taquillas. Allí, la persona que me atendió junto con la entrada me alargó el cartel del abono. Me vino bien porque de esa manera tenía algo de lectura mientras hacía tiempo sentado en mi localidad a la espera de que saliesen los toreros para hacer el paseíllo. Me dediqué a repasar los ajustes que la empresa Chopera había programado y reparé en un detalle que me hizo sentir envidia. Siete festejos anunciados y en todos ellos se lidiaban reses de la tierra: Hnos Mateos Sánchez, en la sin caballos; Esteban Isidro, en la picada; Montalvo, Garcigrande, San Mateo y el Vellosino; y Hdros de Ángel Sánchez y Sánchez, para rejones. Además de un ajuste llamado desafío charro con seis astados de otras tantas ganaderías salmantinas.

Ha sido siempre Salamanca tierra de toros. Este hecho sirvió incluso de bandera en un famoso tema musical que se titulaban “Salamanca: arte, saber y toros” Seguro que más de uno lo recuerda e inclusive ha movido el esqueleto con su pegadizo ritmo discotequero allá por el comienzo de la década de los noventa. Pero tan cierto es esta coyuntura como que actualmente nuestra tierra ha tomado ese testigo ganadero que antaño fue santo y seña del campo charro. Tanto en el norte de Cáceres como en el sur de Badajoz las encinas que ennoblecen Extremadura dan cobijo a un importante número de ganaderías. Gran parte de ellas de reconocido prestigio. Razón de más para que el ejemplo salmantino pudiese extrapolarse a nuestras ferias más señeras, sin que por ellos perdiesen un  ápice de interés para el aficionado.

Finalizada ya Olivenza y a las puertas de celebrarse las de otros enclaves importantes como Plasencia o Cáceres, se van sucediendo fechas y observo con desazón que aquí es  imposible ver algo parecido.  Sin ir más lejos esta tarde se han presentado los carteles de la feria de San Juan de Badajoz. Si bien de los cuatro festejos anunciados en dos de ellos se lidiarán reses que pastan en Extremadura, seguimos sin rebasar ese cincuenta por cierto en el mejor de los casos, que la mayoría de las veces pasa totalmente desapercibido para un público que solo pone el grito en el cielo y se hace eco de la ausencia destacada de tal o cual torero. Sin reparar en que en una tierra tan rica en ganaderías de bravo no se apueste decididamente por la materia prima autóctona en favor de otra venida de diferentes puntos de la geografía.

Podría entender esta postura si aquí no hubiese acreditados hierros, pero no es el caso. Toca preguntarse por tanto de quién es la culpa. ¿Empresarios? ¿Figuras que traen los toros debajo del brazo? De todo hay, como en la viña del señor. Mas es una pena que esta edad de oro en la que actualmente vivimos tanto a nivel ganadero como de toreros no se traduzca en una mejor simbiosis de unos y otros. Y de paso que nuestras principales ferias sirvan de escaparate para ese toro criado en la dehesa extremeña.

Ojalá más pronto que tarde podamos ver un abono compuesto íntegramente por hierros de la región. Hay ganaderías de sobra para dotar a esos tres, cuatro carteles – número nada desorbitado – que componen esos ciclos en los que puedan verse anunciadas. Sería otra razón para sentirnos orgullosos de esta tierra por algo más; y de paso, ¿quién sabe?, para provocar en un posible visitante una envidia similar a la que sentí el pasado septiembre en Salamanca.