AL QUITE

Badajoz ya se ha muerto. Muerta está que yo la vi

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Cuando el cemento domina la escena
Cuando el cemento domina la escena

«…Lo más grotesco de esta defunción es que se ha producido justo cuando en Extremadura vivimos nuestra particular Edad de Oro Taurina. Cuando más y mejores toreros tenemos y cuando copan los principales puesto en los ciclos más importantes…»

Antonio Girol.-

       Permítanme la licencia de hacer mío, cambiando a Manolete por Badajoz, el famoso título del libro del genial K-Hito en el que narra las últimas horas del monstruo cordobés en Linares, para hablarles en este caso de otra lenta agonía: la de una plaza, Badajoz, que ve como sus aficionados se escapan a chorros con idéntica velocidad a como se le iba la vida a Manuel Rodríguez en la enfermería tumbado en una camilla de cuyo colchón, cuenta en su obra Ricardo García, no cesaba de gotear la sangre del héroe.

       A Manolete lo mató Islero, un Miura. Con el romance que eso supone. En cambio, en la muerte de Badajoz no hay ningún atributo de gloria. Más bien todo lo contrario. Si hubiese que ponerle un adjetivo el más acertado sería el del esperpento más valleinclanesco posible. Tan descarnada es su realidad que no necesita ni de metáfora de espejos deformantes, como ocurría en el célebre callejón del Gato, para hacerla aún más degradante.

       Sí, Badajoz ya se ha muerto. Muerta está y me temo que no hay resurrección posible para una plaza que, al bajonazo en los costados del pasado año – en el que se cumplía el cincuentenario de su edificación – se ha sumado el puntillazo de esta temporada. Dos sanjuanes en los que se ha ninguneado a las instituciones locales haciéndoles quedar como Cagancho en Almagro ante aficionados y demás autoridades civiles y militares. Dos ferias en las que al abonado se le ha despachado con displicencia sin el menor deseo en mantenerle fiel merced a unos carteles que provocaban sonrojo ajeno. Esta temporada además con toreros del todo olvidados y dolorosas ausencias.

      Lo más grotesco de esta defunción es que se ha producido justo cuando en Extremadura vivimos nuestra particular Edad de Oro Taurina. Cuando más y mejores toreros tenemos y cuando copan los principales puesto en los ciclos más importantes. ¿Se imagina ustedes a Pagés cargándose la Feria de Abril en plena época dorada de los Pepe Luis, Curro Romero, Paco Camino, Diego Puerta, Manolo Vázquez y demás figurones del toreo sevillano? Pues eso exactamente es lo que ha hecho la FIT con su plaza de Badajoz. Sí, pásmense porque no es para menos. Ni Jardiel Poncela con su teatro del absurdo hubiese podido escribir un libreto similar al que ha escrito la empresa del Coso de Pardaleras.

      Resulta cuanto menos curioso que la Fusión Internacional por la Tauromaquia arrancase su proyecto con un puñado de grandes plazas junto a otras de menor tamaño, pero bastante saneadas en cuanto a asistencia de público, unidas a dos matadores de relumbrón como Morante de la Puebla y Alejandro Talavante, junto con el novillero más prometedor de aquel momento, y en lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks, que diría Sabina, han perdido la mayor parte de su elenco. Señal inequívoca de que la gestión ha sido muy mala.

       Quizás haya quien piense que lo que les ha ocurrido es que han fenecido buscando el éxito. Yo no lo creo. La sensación que tengo es que cuando uno es malo en un campo generalmente suele serlo en todo lo relacionado con él. De ahí que quien lo fue en su profesión también lo sea cuando está «detrás de la barrera». Por tanto, con semejantes antecedentes entiéndanme cuando les digo que Badajoz ya se ha muerto, muerta está que yo la vi. Lo contrario será un milagro.Y los milagros en esto del toro hace ya bastantes años que dejaron de existir. De todas formas, si queda alguien con fe que rece por el resto aunque sea para entonar un réquiem.